Estudios recientes revelan que más del 40% de los adultos consumen habitualmente snacks a altas horas de la noche, un hábito que cada vez se asocia más con el aumento global de enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes y las enfermedades cardíacas (CDC Obesity Facts). Comer por la noche somete al sistema digestivo y metabólico a un estrés único, alterando sus funciones naturales. De manera alarmante, los efectos negativos suelen desarrollarse de forma silenciosa, con síntomas que permanecen ocultos hasta que ya se ha producido un daño grave. Comprender estos peligros ocultos es esencial para abordar los riesgos para la salud asociados con el consumo nocturno de alimentos.
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