Alrededor de 300.000 personas han tenido hepatitis C en algún momento de su vida, y se estima que unas 77.000 personas actualmente tienen una infección activa (crónica) por hepatitis C. Sin embargo, la mayoría de ellas siguen sin diagnosticar y son portadoras latentes del virus durante muchos años. Esta infección ataca al hígado, provocando inflamación y, con el tiempo, daños graves si no se detecta a tiempo. Uno de los mayores desafíos para afrontar la hepatitis C es su carácter silencioso: los síntomas iniciales suelen ser tan leves o inespecíficos que a menudo se ignoran o pasan completamente desapercibidos. Cuando finalmente aparecen señales evidentes, el hígado puede estar ya gravemente dañado. Por eso, reconocer estos sutiles signos tempranos es fundamental para un diagnóstico y tratamiento oportunos.
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